Ayer volví a pensar en él. Hacía tiempo que lo hacía, y mucho menos de la forma como lo hice. Volví a imaginar sus manos envolviendo mi cuerpo, abrazándome, desándome, carícias envueltas de pasión, besos llenos de lujuria. Fué estúpido. Ahora tengo a mi príncipe, pero no puedo dejar de cavilar que todo lo que tengo es gracias a él, aquel ladrón de besos e instantes perfectos.
Estaba enamorada de él,, pero ese sentimiento empezó por querer olvidar a mi príncipe, porque supuse que nunca sería para mí.
Este enamoramiento me condujo al paraíso en cada noche que estube a su lado, pero también me llevó a la soledad y al sufrimiento. Fué un cuento de hadas, instantes perfectos que terminaron de la misma manera que acaban los cuentos, con un beso. Un último beso de despedida, un último momento perfecto para llevarlo en el recuerdo. Aquel beso estaba impregnado con el aroma de la pasión y del sufrimiento, aquel aroma tan característico de nuestras noches de verano.
***
Aquellas noches de verano fueron las estrellas que adornaron mi cielo, parte del cielo que ahora brilla gracias a mi príncipe. Cada beso que nos dimos fué una mentira, cada carícia fué un clavo para mi corazón, cada palabra que nos dijimos fueron puñales en mi alma y cada vez que hicimos el amor fué un año más de condena, condena a mi misma, condenada a sufrir por una pasión.
Ahora recuerdo esas noches, esos momentos con especial estima, pues ahora ya sé amar de verdad. Gracias a esa pasión loca - porque solo los locos se embarcan en la nave del sufrimiento - estoy dispuesta a enamorarme de verdad, no tengo miedo a sufrir.
Mi príncipe es el único que me trata como su princesa, el único que me valora por lo que soy, una loca soñadora dispuesta a amar.